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CONVOCATORIAS

CONVOCATORIAS

Martes 5 de noviembre
19,00 h.
Ateneo de Jerez
Encuentro literario hispano-marroquí. Lectura poética.
Poetas marroquíes:
Hassan Najmi, Mourad El Kadiri, Boudouik Benamar, Azrahai Aziz, Khalid Raissouni, Ahmed Lemsyeh, Jamal Ammache y Mohamed Arch.
Poetas gaditanos:
Josefa Parra, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Mercedes Escolano, Blanca Flores y Yolanda Aldón.
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13 de abril de 2012

"Entreguerras". José Manuel Caballero Bonald presentó su último libro


                Muy bien escrito, pero qué pesimista, comentó una señora, mientras abandonaba el salón de actos, abarrotado aún. Lo primero, le dije, había que suponérselo al autor, lo mismo que el arrojo y la valentía a los soldados del antiguo régimen; en cuanto al pesimismo y su contrario natural, no son valores filosóficos ni, por idéntica razón, literarios. Una obra poética es buena o mala, válida o no, por la materia que comunica y la eficacia con que lo consigue el poeta, mediante sus recursos lingüísticos y el más importante de todos: su ingenio, esa capacidad de generar sorpresa y obligar al lector a salir de su desasimiento e implicarse en el discurso con la misma pasión que éste suscita. El pesimismo, por lo demás, como sabe cualquiera, es igual a optimismo más unas gotas –las necesarias- de lucidez.
                Eso es Entreguerras, el libro que anoche presentó José Manuel Caballero Bonald en la fundación que todavía, y esperemos que por los siglos de los siglos, ostenta su nombre. Con la sagacidad que caracteriza tanto a su prosa como a su poesía, el autor ha sabido ubicarse en el filo de los conceptos para nombrar el tiempo que nos está tocando vivir y aludir, en una soterrada e inteligente amenaza, a lo que puede venírsenos encima –la historia, cuando no se repite, se caricaturiza-, utilizando contexto tan inquietante para enmarcar su propia experiencia, rica, a fe mía, en un escritor de 85 años, que ha vivido en primera línea las venturas, aventuras y desventuras de un tiempo y un país.
                Más que una biografía, como suele afirmarse de oficio, estaríamos ante una heterobiografía de Caballero Bonald, es decir, un retrato poético interactivo en el que la voz lírica hace bueno aquel verso de Pablo Neruda: yo no soy sólo un hombre, sino todos los hombres. Por eso, Juan José Téllez, en su brillante glosa, cita a Montaigne –je suis moi-même la matiére de mon livre- para, seguidamente, emprender un repaso por la historia personal del poeta, que es también testimonio de la historia común.
                Ordenar semejante aluvión de recuerdos y salvarlos del caos es difícil tarea, sobre todo  en poesía, máxime si el autor, más allá de contar lo vivido, reflexiona, comenta, opina, recrea y resuelve el problema mezclando la enseñanza de los clásicos y dotando al discurso de una estructura lógica con los hallazgos de una generación –la suya- que exploró los más hondos resquicios del lenguaje: utilización del versículo y, sobre todo, esa ausencia de puntuación que obliga al poeta a medir y pesar cada palabra, exprimiendo su potencial significativo, forzando así al lector a saborearla y destapar el cofre de sus posibilidades connotativas, en tanto se establece entre ambos una deseable, por imprescindible, complicidad. Por otra parte, la supresión de los géneros literarios tradicionales convierte a este largo poema en una especie de canto cósmico, la imagen visionaria de lo que, parafraseando a los Beatles, pudiéramos llamar un día en la vida, aunque aquel se multiplique por los 85 del autor y ésta venga de lejos, sume y siga.
                Que es un libro importante este Entreguerras, no hace falta decirlo. Por el mismo motivo que a nadie dejó indiferente tras su lectura. Actos como el de anoche nos hacen ver, por si hace falta a algunos, que la vieja, denostada, sospechosa y maltratada, pero siempre mágica y turbadora poesía, es, mucho más que un lujo, la razón de estar vivos, que dijo Gil de Biedma.

© Domingo F. Faílde, 2012.-