Fue don Dionis I,
rey de Portugal, quien, allá por el siglo XIV, ordenó construir el enorme
castillo de Olivenza, una plaza fortificada que había pertenecido a León, a
Castilla y a los templarios. La ciudad, desde entonces, sería como una pelota
de tenis, en un partido político y militar disputado, hasta 1801, por España y
sus vecinos. Manuel Godoy, el gentil guardaespaldas y amante de la reina –María
Luisa de Borbón-Parma, prima y esposa de Carlos IV-, que lo ennobleció con
títulos y prebendas, llevó a cabo la anexión, poniendo fin a la esperpéntica Guerra de las Naranjas.
Los actuales
olivencianos no recuerdan quizás aquellos avatares, pero guardan memoria de su
antigua lusitanía y no es raro que algunos hablen en portugués o los delate su
acento. Monumentos manuelinos, cerámica de allende la frontera y el nombre de
las calles en uno y otro idioma certifican la movida historia de la bella
ciudad.
Esta fusión o,
mejor, hermanamiento se extiende a la cultura. Hace un año, aproximadamente, se
celebró un encuentro de poetas extremeños y portugueses, del que aún se habla
con satisfacción.
En otro orden de
cosas, la semana pasada tuvo lugar la feria del libro, que culminó el domingo
con la presentación de algunas obras publicadas por la editora cacereña
Rumorvisiual. Dana o la luz detenida,
de José Cercas, Sobre la oscuridad,
de Dolors Alberola, y la novela Curvas de
la Habana, de Alberto Navalón, protagonizaron la ceremonia de clausura, que
a causa de la lluvia –nunca a gusto de todos, como mandan los cánones- hubo de
refugiarse en la Biblioteca Municipal, un espléndido marco, mucho más adecuado
a la índole del evento que el previsto por los organizadores y que además –esto
es importante- vio desbordado su aforo, no desdeñable por cierto.
Si siguen así las
cosas, tanto Dana como Sobre la oscuridad no tardarán en
agotarse. En los tiempos que corren, casi un milagro.
Redacción.-