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CONVOCATORIAS

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Martes 5 de noviembre
19,00 h.
Ateneo de Jerez
Encuentro literario hispano-marroquí. Lectura poética.
Poetas marroquíes:
Hassan Najmi, Mourad El Kadiri, Boudouik Benamar, Azrahai Aziz, Khalid Raissouni, Ahmed Lemsyeh, Jamal Ammache y Mohamed Arch.
Poetas gaditanos:
Josefa Parra, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Mercedes Escolano, Blanca Flores y Yolanda Aldón.
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6 de junio de 2012

"El inicio del mundo". Manuel J. Ruiz Torres presenta su libro en Jerez


En palabras de Domingo F. Faílde, Manuel J. Ruiz Torres (Algeciras, 19599 es uno de esos autores que se prodigan poco, pero certeramente, extrayendo al silencio y al paso de los días ese extraño perfume que solamente algunos son capaces de transformar en poesía. El poeta presentó anoche en Jerez su libro El inicio del mundo, publicado por Renacimiento.
                Esta alquimia es normal en Manuel J. Ruiz Torres, si tenemos en cuenta que, transgrediendo una norma no escrita, procede de la ciencia –continuó Faílde-. De la Física, para ser exactos. Por eso no es juglar que ande por los caminos exhibiendo su virtuosismo y deslumbrando al público, en busca de un fácil aplauso, ni –como ahora suele decirse- un escritor mediático, que más debe a una imagen de diseño que al propio diseño de su expresión. Recuerda su labor a los sabios antiguos que, a fuerza de matraces, alambiques y largas horas de cálculos, saltaban de la materia a la mística o, invirtiendo el proceso, conseguían materializar los misterios más insondables, demostrando que el límite entre el espíritu y los elementos era acaso una línea invisible por donde, simplemente, pasaba la poesía.
                No es un poeta que exprima a las Musas –habría que preguntarle si cree en ellas-, dispuesto a extraerles hasta la última gota de eso que llaman inspiración,  pero exprime la vida y torna sobre ella hasta obtener la piedra filosofal o, dicho de otro modo, el poema. Los suyos, desde luego, no son el fruto perfecto que ironizó Celaya; Manuel J. Ruiz Torres no parece buscar la perfección en el bruñimiento de la sintaxis ni aplica a la palabra esa gubia convencional que da lustre a lo externo: su poesía no es barniz, es raíz y, si consigue convertirla en oro, será ahondando en los grandes arcanos que, más allá de la mera apariencia, nos acercan la realidad, la humanizan y, a la vez, nos integran en ella, en una especie de canto cósmico que, como en la obra de San Juan de la Cruz, más que el mundo, celebra la armonía, incluso a costa de descodificarla para mejor desentrañar su secreto.
                Su trayectoria literaria se inicia hacia 1981 con la publicación de Cartas a Clara Schumann , al que sigue Sonata/Adioses (1987). A partir de ese instante, silencio; silencio relativo, claro está, pues el sueño del poeta supuso el despertar de un magnífico narrador, capaz de dar a la imprenta libros tan notables como Fara, El galeote (1996), Atributos masculinos (1998), Foto en la luna (2003), La cuerda floja (2004) y Exploraciones (2008). Veinticuatro años tendrían que pasar para que, en 2011, el Guadiana poético de Ruiz Torres volviera a emerger.
                El inicio del mundo es un libro solvente, sólido. Tiene cuerpo y empaque. Podría definirse como una larga imagen visionaria que, asentada en la ciencia, explora el lado oculto del amor. El lado oculto,  no porque nos conduzca a regiones morbosas o destape el autor cuanto de sórdido pueda brotar al filo de la luz, sino porque el enfoque de un tema eterno y recurrente como éste da un giro copernicano y nos muestra el amor desde otra óptica, escasamente convencional, alejada del viejo petrarquismo, que, desde el siglo XIV, impone su impronta en la literatura.
                El inicio del mundo posee cierto cariz iniciático: cuando surge el amor en cada uno/a, se pone en marcha un proceso, que no por repetido pierde su unicidad: algo comienza para los amantes, que rompe la armonía del Universo, sacude con fuerza sus convicciones y estalla finalmente en un caos. Según José Manuel Serrano Cueto,  en la segunda [parte] ("Evolución de las especies"), asoma la recuperación, la aceptación de que la especie se reconoce en la supervivencia, en la mutación que imponen "los días anodinos" ya pasados. La tercera, en palabras del mismo autor,  titulada Cántico, es una evocación conceptual del poema de San Juan de la Cruz y se compone de diecisiete piezas breves, a la manera de haikus sin llegar a serlo. Es una sección más luminosa, menos científica y a la vez biológica, pues la vida aflora con aves, peces, vegetales y agua que son trasunto del curso inmutable de la naturaleza, de la conversión del amante doliente en amante (no deja de serlo en todo el poemario) esperanzado que vislumbra otros horizontes.

Redacción.-