No es lo
mismo soñar la vida que vivir un sueño. Sobre todo en estos tiempos tan
difíciles que nos toca cruzar. Ya, con el primer volumen de Whoopita Bella,
Víctor Alija nos dejó claro que hasta de la cárcel más honda se puede huir con
la imaginación; y digo lo de cárcel por las muchas encerronas que la sociedad
actual y sus teje-manejes nos tienen echadas. Ahora, un tiempo después, con Whoopita
Bella y la Historia del Niño de Piedra, regresan
estos pequeños seres de su mano, pero ya vienen preparados para el invierno y las
dificultades que, sin duda, traerá en su equipaje. Vestiditos de seta y
posteriormente de huevo, atraviesan las tres partes de esta magnífica historia
en busca todavía de su papi, el que les fue arrebatado la noche del Río Sordo.
Con estas palabras, Dolors Alberola dio comienzo a su
intervención como presentadora del libro, que anoche llenó la sala de Alejandría,
en pleno centro de la capital gaditana. En el acto intervino además Neomar Bethencourt,
moderándolo con acierto y propiciando la intervención del público.
El libro cuenta las fantásticas aventuras de un grupo
de muñecos cabbage, en un entorno mágico donde todo es posible. Sin embargo, “Whoopita Bella y la Historia del Niño de
Piedra” no es un libro de niños de tal a cual edad, es un libro sencilla y
únicamente para niños, pero no solamente para esos niños que vemos en los
parques o en los colegios o en las calles de la ciudad o en los campos; también
para los que no vemos y están en los hospitales, los centros de la tercera
edad, los juzgados, las cárceles, los mercados, las oficinas… “La Historia del
Niño de Piedra” es para el niño que todos los seres humanos llevamos dentro. Es
un signo de paz. Es un arma contra la destrucción. Es una señal de alianza.
Imagínense un mundo en el que todos creyéramos en el sueño, en la utopía, en la
belleza, en el amor. No habría tantas convulsiones y, a su modo, eso es lo que
nos enseñan estas páginas. Cuerda son que saca hasta la superficie al niño que
pudiera yacer más o menos asfixiado y le deja vivir de nuevo.
Según Alberola, la historia de Whoopita es un libro construido con ingenio, en el que
cada parte, más aún: cada capítulo posee vida propia, con una doble
intencionalidad, pues se trata, por una parte, de facilitar la lectura, sobre
todo a los más pequeños, y, por otra, potenciar la capacidad de ensoñación del
lector, que no tarda en sentirse atrapado por el relato y vivir en las carnes
de su propia fantasía las aventuras más increíbles y portentosas. Cuando esto
sucede, es imposible huir de este mundo fantástico o, dicho de otro modo,
abandonar el libro. Víctor Alija lo sabe, cómo no, pues por eso ha sabido
imprimir al relato un ritmo trepidante. Todo es acción en él, por más que en
cada acto viaje un arsenal de ternura, contado todo ello con un lenguaje limpio,
directo, joven y sugerente, que incita a la lectura y abre las puertas al
conocimiento.
Luego, el autor refirió algunos pormenores de la creación
del libro y respondió a las numerosas interpelaciones o simples preguntas de los
asistentes, creando una dinámica participativa que enriqueció el acto. En los tiempos que corren –había dicho Alberola-,
marcados por la prisa, la indiferencia y
la inmediatez de las cosas prácticas y rentables, resulta sorprendente la
imaginación del autor. Asombroso, este joven Verne actual, que nos lleva
hábilmente de la mano por territorios inimaginables. Capítulo tras capítulo y
casi página a página, Víctor Alija se nos saca de la chistera o de la bocamanga
un universo nuevo, creado a la medida de sus sueños, que si no sustituye a la
realidad, sí la embellece y eleva, hasta hacerla inocente como un niño y
convencer al lector, cualquiera que sea su edad, de que es posible ennoblecer
el mundo con unas gotas de magia, otras tantas de poesía y la mirada limpia de
quien derrocha amor.
Redacción.-