En La guarida del
ángel, Mariano Rivera presentó anoche El
eco de las plazas, un libro de poesía recientemente publicado por Huerga
& Fierro. El autor estuvo arropado por el público y los poetas Fernando
Sabido y Domingo F. Faílde, que glosaron la obra presentada.
Fernando Sabido,
que intervino en primer lugar, efectuó un análisis riguroso del contexto del
libro, la visión, unas veces doliente y otras esperanzada, de un mundo dominado
por el gran capital, insensible al sufrimiento humano y pendiente tan sólo de
acaparar riqueza, a costa de sumir en la pobreza a la gran mayoría, sin que el
clamor de los desheredados parezca importar a nadie. El poeta, naturalmente, no
puede ignorar esta realidad, que acaba impregnando sus versos e implicando al
autor en una lucha que tan sólo persigue la supervivencia de todos.
En cualquier
caso, Mariano Rivera no es, al uso, un poeta social. En esto coincidieron los dos presentadores y Domingo F.
Faílde lo definió como un poeta de la
conciencia. Su palabra –dijo- no está
al servicio de ninguna idea pero sube el volumen y añade decibelios a esa especie de egrégor o
pensamiento colectivo que, impulsado por la agresión del capitalismo más
salvaje que ha padecido la humanidad, ha venido aflorando desde, al menos, la
década de los noventa, para estallar en esas primaveras –o supuestas
primaveras-que han arrojado a calles y plazas a la multitud descontenta, en
demanda de democracia, trabajo, justicia y dignidad.
Y, en efecto, Mariano Rivera se ha hecho eco de la voz de
estas plazas, prestando su discurso a la denuncia de los males que nos aquejan,
reflexionando sobre la raíz y evolución de los mismos y, sobre todo, sumándose
a esta marea de hombres y mujeres conscientes de su realidad, de nuestra
realidad.
Se equivoca, no
obstante, quien piense que El eco de las
plazas vendría a ser un panfleto más o menos al uso. Todo lo contrario.
Hace ya muchas décadas, en los albores de aquella que se denominó transición,
el gran dramaturgo Alfonso Sastre – recordó Faílde-escribió que, actualmente, escribir al más alto nivel político
implicaba escribir al más alto nivel estético. Y es eso justamente lo que
hace Mariano Rivera, empeñado en las aventura de crear un lenguaje poético
adecuado a las nuevas realidades y capaz de nombrar las situaciones, emociones
y aspiraciones de un mundo globalizado que, entre sombras amenazantes, está
acaso alumbrando una nueva civilización. Sus poemas, discursivos o narrativos,
rehúyen, hasta donde es posible, el enunciado plano de los hechos, esa especie
de registro informativo que ha desvirtuado en ocasiones la naturaleza de la
poesía, para reivindicar y rescatar la potencia extrañadora del idioma y, como
dijo Jorge Riechmann, proponer una
percepción superadora de la tensión o conflicto entre la claridad performativa
materialista y la deconstrucción lingüística.
Cerró el acto el
propio Mariano Rivera, que dio lectura a una amplia selección de poemas del
libro. Fue una lectura intensa y emotiva, rubricada por el aplauso del público,
que interrumpió al autor varias veces.
Redacción.-